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Mostrando entradas de junio, 2015

Clarisa

De pronto, la música se detuvo, Clarisa dejó de bailar, su profesor, aquel que fuera un gran bailarín de ballet, le dijo: ¿Qué paso contigo, Clarisa? Estás pesada para bailar, tu baile no es el de siempre, tus giros son lentos, pesados. La chica le respondió: "maestro, estoy esperando un hijo por eso mi baile no es el mismo". Su maestro se llevó las manos a la cabeza y gritó: "¿cómo has podido hacerlo, has tirado tu arte a la basura. Cuando murieron tus padres en aquel accidente, te tomé bajo mis cuidados, ya tenías la semilla del baile heredado de ellos, grandes figuras del ballet, y ya has llegado muy , muy alto, y ahora esto. Dime ¿qué dice el padre de tu hijo?"  Clarisa respondió: "Él se asustó de lo que representaba ser padre, la responsabilidad de una esposa y un hijo, de esa responsabilidad.Yo sé que me quiere, padrino, él volverá" "Bueno, no hay nada que hacer, no te puedo abandonar, seguirás trabajando" La chica hizo un gesto de sorpres

Mendiga por amor

¿Sabes, mi niño? mi amor es gratis, nunca pasé factura por él, nunca te pedí nada y yo te lo di todo a manos llenas, y yo me quedé con las mías vacías, no recibí ni siquiera migajas de amor, esperé esas migajas como en el desierto un ser humano pide un poco de agua. ¿Recuerdas cuando te pregunté si me querías, solo un poquito? Moviste negativamente la cabeza, diciendo "no", si hubieses mirado dentro de mí, mi corazón lloraba. Pero ya nada importa, estoy destruida, siento que ya no soy nada, de ti solo recibí migajas y tuve que cogerlas del suelo. Pero ya nada importa, esas migajas son para mí, mi tesoro, pero pienso que nadie por egoísta que sea, se entrega con la forma que los hacías. Yo te sentía mío en esos momentos. Pero me buscarás con la mirada y recordarás todo lo que te hice sentir, eso no lo olvidarás nunca. Mucho, mucho he llorado por ti, que de mi milagros no me he ahogado, Cómico ¿verdad? Yo soy así, me río de mi propio dolor. Y tú, solo recuerda, recuerda.

El hombre de barro

Cuando te encuentres al hombre de barro, huye de él, apártate, no dejes que se te acerque y que nunca te toque porque entonces estarás perdida para siempre. Yo fui una de sus víctimas y aún no puedo sacar el lodo que me cubre. Creo que nunca lo lograré. Yo lucho contra él y no puedo apartarme. Me persigue y cuando me alcanza me hace mucho, mucho daño. Y él queda igualito, nadie lo nota, nadie ve más de su apariencia engañosa disfrazado de persona decente. Yo vi, vi la lacra que lo cubría, pero fue demasiado tarde. Ya me había salpicado con su suciedad. Del hombre de barro cuídate, cuídate mucho. Parece un hombre bueno, pero es malo, muy malo. Si te coge estarás perdida para siempre. Buscarás desesperadamente una salida y él no te dejará librarte. Es un ser repulsivo. Mírame a mí, ya no tengo sueños, esperanzas ni alegrías, nada de nada. Me ha hecho mucho, mucho mal. Pero si existe la justicia divina, él será castigado. Tiene que ser castigado.  Y en el mundo existen tantos hombres

El cautivo

Los pajaritos trinaban tristemente en su jaula, su canto ya no era el mismo de cuando estaba libre. Era prisionero entre rejas. Él no había cometido ningún delito, pero lo cazaron y lo pusieron tras las rejas. Por eso su canto era tan triste. Añoraba los espacios abiertos. A lo que estaba acostumbrado. También pensó en su compañera. Sola en el nido, vio un gran arbol. Ella estaba cuidando  de donde nacerian sus hijitos. Y el no los iba a conocer. En todo esto pensaba él, porque aunque tú no lo creas, los pajaritos también piensan. Ese día salió a buscar comida para su compañera. Se descuidó y unos muchachos con sus trampas lo cazaron. Ahora estaba allí, cantando sus desventuras. El muchacho que cuidaba las jaulas se acercó a él y le dijo: "Qué triste es tu canto, no quieres estar encerrado y tienes mucha razón, nuestro señor te creó para que seas libre. Pero ya ves, ahora estás enjaulado. En cierta forma yo también estoy enjaulado. Porque tengo que trabajar para ayudar a mi mamá